Al terminar un año más, para todo ser humano llega un
período de introspección y reflexión; preguntas como
cuánto he crecido, con quiénes me he relacionado, cómo
se ha llenado mi "cuenta bancaria emocional" y
finalmente, si mi saldo espiritual está a favor o en
contra, terminología muy económica, pero que aplicada a
lo humano nos arroja algunas conclusiones importantes,
llenan nuestra mente en estas fiestas de finalización.
Rememoro nítidamente la felicidad en los
rostros de aquellos alumnos y alumnas que recibieron las
distintas distinciones que el colegio otorga: menciones
honrosas, diplomas de honor, premios valóricos por la
capacidad de entrega a los otros, premiación por ser
elegidos como el compañero ideal, el que todos quisieran
tener en los momentos de alegría y en los "tragos
amargos"; premio al alumno que por su constancia en el
estudio logra superarse día a día; distinción al alumno
o alumna que se caracteriza por ser respetuoso hasta en
los momentos de mayor tensión, en fin, muchas
características que para los docentes y para la
Institución misma son dignas de ser destacadas.
Hermosos recuerdos que dejan a nuestros
queridos alumnos y alumnas con una tarea más cumplida y
a sus familias con la satisfacción de una etapa más
superada.
Vaya nuestras felicitaciones a todos por
su esfuerzo, su entrega y su alegría de jóvenes que
avanzan en el camino de la educación. El Señor nos ha
regalado muchos talentos y tenemos la obligación de
hacerlos crecer.
Comiencen con este regocijo el año 2009, y
con la convicción de que cada día crecemos en
inteligencia y en espíritu.
Que el Señor bendiga cada uno de sus hogares con mucha
paz, alegría y la esperanza de que cada día es un día
para aprender más y mejor.