Debemos aprender a observar, a conectarnos a través de la mirada con el mundo y actuar en él con toda nuestra potencia innovadora, propia de nuestra esencia creativa.
Aprender a ver y descubrir la belleza de las cosas que a diario están frente a nuestros ojos es aprender a verse a sí mismo, y, mirarse a sí mismo, es un acto sublime que nos induce a tomar conciencia de quiénes somos, y más tarde, a conectarnos con nuestra alma y alcanzar una comprensión profunda de la totalidad que somos.
Debemos aprender a observar, a conectarnos a través de la mirada con el mundo y actuar en él con toda nuestra potencia innovadora, propia de nuestra esencia creativa.
Este es el tipo de aprendizaje (aprender a mirar) que se promueve en el taller de artes, más allá de lograr un buen producto artístico (aunque también se busca aquello) se pretende que los alumnos y alumnas aprendan, entre otras cosas, a mirar; a mirarse, para que en un futuro, cercano para algunos y lejano para otros, sepan quiénes son, sepan cuál es la misión que deben cumplir en la vida, para sí mismos, y para los demás.
El arte es un lúdico, mágico e intelectual camino para ello.