Un sueño, un llamado al compromiso, una familia detrás,
unos ojos infantiles expectantes, una Capilla y un
equipo. Estos eran los ingredientes que nos hablaban de
la experiencia que esa tarde del 3 de enero comenzaba:
Colonias Sonrisas Sin Fronteras, en Puente Colmo 2010.
En esta ocasión el sabor era especial, pues los
ingredientes se iban a utilizar nuevamente en Colonia La
Palma (del 8 al 17) y en Colonia Estadio Marista (del 11
al 19).
Terminado el Envío en la Capilla del
Colegio, comenzó el viaje a la ya conocida y querida
Escuela de Puente Colmo, donde ya nos estaban esperando
con los brazos tan abiertos como siempre, y un par de
niños ya daban vueltas por la escuela. Así empezaba el
"hacer camino al andar".
Después del tercer día, que fue agitado y cargado de
emociones, de instalarse y ubicarse en el lugar, así
como de reconocernos misioneros unidos en un corazón con
las Colonias venideras, no nos quedaba más que dormir
con la hermosa espera de recibir a nuestros niños al día
siguiente.
Ellos no se hicieron esperar, y en un
número no visto antes, llegaron 140 niños y niñas a
nuestros brazos y a nuestros corazones, entregándonos
todo antes que cualquiera de nosotros les hubiera
entregado algo. Pasaban los días escurriéndose en
nuestros corazones, difuminando las horas y los días
entre los juegos, los cantos, las comidas, las
experiencias, los saltos, los besos, los abrazos, los
ojos... íbamos entendiendo nuevamente esto de Sonrisas
sin Fronteras.
A mitad de las colonias nos reunimos para
ver que estaba pasando por nuestros corazones, las
lágrimas afloraban cargadas de sabor a amor, saladas de
cariño que reflejaban en sí rostros y más rostros de
niños. Nos dábamos cuenta que de ahí en adelante un día
más de colonias, era un día menos con nuestros niños.
Entre tanto, muchos de los papás de los
voluntarios empezaron a visitarnos, amigos y otras
personas; nos informaban del mundo y les mostrábamos
como estaban. Muchos de ellos no entendían por qué dar
una semana duchándose incómodamente, durmiendo en una
sala de clases, comiendo no como se come en casa y en un
mes donde todo nos dice que salgamos al encuentro del
placer de las vacaciones. Y entonces el corazón
respondía seguro y sin querer convencer a nadie, porque
era él que convencido se satisfacía: son los niños, vale
la pena estar acá.
Y el último día, ha quedado la marca. En
el escenario de la Escuela ha quedado la marca de
Sonrisas sin Fronteras en esta historia de 5 colonias en
4 años, marca que se borrará probablemente con el pasar
de los años, contrariamente como pasará con la marca que
ha quedado en los voluntarios y en nuestros niños. El
primer día reflexionábamos que teníamos que cambiar el
mundo desde donde nos tocaba hacerlo, que el sueño había
que hacerlo realidad. El último día maravillados con la
fuerza y compañía que María y Dios nos dieron,
contemplábamos la prueba concreta: se puede cambiar el
mundo, el sueño se ha hecho realidad.
La experiencia de colonias sigue en La
Palma y en Quillota y en otros lugares que la Buena
Madre nos regale, pero también sigue en la vida de cada
uno de los que participamos porque sabemos que vale la
pena, que da fruto.
El grito que el corazón hoy, entre los recuerdos brota,
es que la sonrisa no se puede apagar, que sigamos con el
sueño, en colonias y fuera de ella. ¿Cómo que no se
puede cambiar el mundo ¿Cómo que una sonrisa no vale
¿Quién dijo eso Nosotros gritamos lo contrario.
V.J.M.J. y Ch.